Dolores Corella Piquer es doctora en Farmacia, investigadora de la Universitat de València y el CIBEROBN

Catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia, pionera en la investigación de un área internacionalmente prometedora, la genómica nutricional, Dolores Corella trabaja en un campo que revolucionará el modo en que comemos.

Ya suena en muchos foros la dieta personalizada y la nutrigenómica. Si hay alguien experto en esto, es Dolores Corella. “Llevo más de 20 años investigando en genómica nutricional para conocer mejor esas dietas personalizadas”, comenta. Ella ha abierto camino y trabaja para encontrar respuesta a qué es mejor comer para estar sanos, atendiendo a nuestros genes. 

Dolores Corella investiga a nivel de biología molecular, en lo más básico de nuestro organismo, y además es catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública. Eso significa que entre sus tareas está la de trasladar a la población los resultados de su trabajo, dirigidos a convertir la alimentación en medicina preventiva. Cuidarnos comiendo.

¿Cuál es la base de tu investigación?

Empezamos por lo más básico, que es conocer por qué se producen las enfermedades, sobre todo las enfermedades cardiometabólicas, la diabetes, incluso la obesidad considerada como enfermedad, porque es un factor de riesgo de algunos cánceres, de enfermedades cardiovasculares, etcétera. Y todos sabemos que para la mayoría de enfermedades hay dos factores especialmente relevantes: por una parte, la genética que pueda tener cada persona, y por otra parte, los factores ambientales.

¿El primer objetivo son los genes?

Sí, lo que empezamos a investigar es la base genética de estas enfermedades, por ejemplo diabetes y obesidad. Investigamos si hay personas genéticamente más propensas a ser obesas o padecer diabetes. Buscamos estos genes, que se desconocían hasta ahora. Una vez localizados los genes relacionados con estas enfermedades, vemos si se ven afectados de un modo u otro por la dieta. O sea, si responden de manera diferente o no según lo que comemos. 

¿Existen genes específicos de la obesidad?

Sí, el gen FTO es el que está más relacionado con la obesidad común. El gen FTO tiene dos variantes, una que aumenta el riesgo de obesidad y otra variante en la que la obesidad no es un riesgo. Si tienes la variante del FTO de riesgo de obesidad, comiendo lo mismo que otra persona puedes engordar más. Con una simple muestra de sangre una persona puede saber a través de un análisis de ADN si tiene la variante genética de mayor riesgo del gen FTO. Pero es complejo, porque hay otros genes, además del FTO, que también incrementan el riesgo de obesidad. Estamos trabajando en su identificación.

 Si fuésemos nutricionalmente disciplinados, ¿no existiría la obesidad?

Posiblemente no, pero la persona tendría que ser muy consciente, porque no se trata solo de tener este gen o no, sino del modo de vida que llevas. Hicimos un estudio que publicamos en 2010 con un grupo de personas que tenían las variantes genéticas de más riesgo de obesidad del gen FTO. Estas personas no conocían su genética. Obtuvimos resultados muy interesantes. El grupo de personas que tenía estudios universitarios, a pesar de tener las variantes genéticas de gen de obesidad, no tenía el peso incrementado. No es que tener estudios universitarios haga que no engordes, pero sí ocurre que este grupo de personas se cuidan más, son menos sedentarias, y están más preocupadas de controlar su peso. De ese modo, están contrarrestando esa influencia genética. Esto nos dice que nuestra predisposición genética a la obesidad, y a otras enfermedades, la podemos modificar.

¿Nos acercamos a una dieta personalizada en función de nuestros genes?

Todavía no tenemos conocimiento suficiente. Estamos hablando de una disciplina muy joven, sobre todo con respecto a la nutrigenética y la nutrigenómica, que aún estamos aprendiendo. Primero tendremos que conocer bien los genes de susceptibilidad, y luego se trata de encontrar la mejor dieta para cada persona.

Además, como las poblaciones en el mundo son tan diversas, hay que encontrar genes específicos de los distintos grupos. Nosotros la genética la hemos estudiado no solo en España, sino que tenemos muchos colaboradores en distintos países. Y hay importantes diferencias.

La población mediterránea tiene una genética un poco diferente de la que pueden tener, no ya las personas de Asia o personas de África, sino incluso los europeos caucásicos del norte de Europa. Tenemos variantes genéticas diferentes de las que tienen los del norte. Algo que para ellos puede ser bueno, una dieta que funciona, cuando la trasladamos aquí las respuestas no son todo los satisfactorias que tendrían que ser.

Y para los mediterráneos, ¿nos favorece la dieta mediterránea?

Si tratamos de promocionar las dietas locales, como la mediterránea, es porque nuestro genoma se ha configurado para ello a lo largo de miles de años de evolución y de un modo global nos resulta más beneficiosa. Si hacen un estudio en Finlandia, no podemos extrapolarlo a la población mediterránea, porque tenemos variantes genéticas propias y es posible que lo que para ellos funciona, para nosotros no. Pero no podemos generalizar. Si hablamos de nutrición de precisión o de medicina de precisión, se trata precisamente de eso, de que no todo vale para todas las personas.

Sobre la dieta mediterránea, ¿qué es lo más beneficioso: el aceite, las aceitunas, el jamón de Jabugo…?

La ventaja de la dieta mediterránea es que el patrón de consumo de alimentos es mejor que la suma de sus partes. Esto significa que no es que haya un alimento bueno, sino que tomarlo todo conjuntamente potencia sus beneficios. Por ejemplo, el aceite de oliva potencia que cuando haces el sofrito con tomate sus antioxidantes se asimilen mejor que si comes el tomate solo. 

Estudiamos todo el patrón de dieta y luego también alimentos sueltos. Porque a nivel de nutrición de precisión nos interesa conocerlo todo.

Por ejemplo, ¿qué alimentos sueltos estudiáis?

Ahora tenemos en marcha un estudio que compara el efecto en los genes de tomar naranjas en el desayuno y también jamón de Jabugo. Un grupo desayuna naranjas y vemos qué genes se han expresado cuatro horas después. De ese modo estudiamos el efecto directo de ese alimento en la genética, también en el epigenoma. Y algo muy importante es que vemos las diferencias del efecto de desayunar naranjas en cada individuo, según sus propias variantes genéticas. De ese modo podemos establecer a quién le sienta bien el zumo de naranja y a quién no.

¿Y el jamón de Jabugo?

Las naranjas son ricas en vitamina C, en carbohidratos, azúcares y tienen mucha fibra, porque las tomamos enteras, y queríamos compararlas con un alimento con el que a nosotros siempre nos había interesado trabajar, que es el jamón de Jabugo pata negra.

Lo que vemos es qué diferencia hay si tú te levantas y en tu desayuno tomas jamón en lugar de naranjas: ¿qué genes son los que se expresan en un caso y en otro? Estudiamos qué diferencia hay entre tomar una cosa y la otra a todos los niveles. Y vemos qué ha ocurrido a las cuatro horas de tomar distintos alimentos según los genes de cada persona. Hacemos un estudio muy completo del efecto de cada alimento persona a persona.

Y aún iremos más allá de los genes propios de cada persona. En este estudio aún no lo hemos tenido en cuenta, pero estamos empezando a estudiar también el efecto de los genes de las bacterias que cada persona incorpora en su sistema digestivo en la influencia de la dieta. El microbioma de las bacterias tiene enorme influencia en nuestra salud, así que también nos interesa mucho conocer no solo cómo influyen en el efecto de los alimentos que ingerimos (por ejemplo, metabolizando azúcares), sino también cómo les afecta nuestra dieta: si lo que comemos favorece a las bacterias que son buenas para nosotros o no.

¿Vuestro trabajo revolucionará el modo en que comemos?

Todos estos estudios son pioneros en el mundo. Estamos abriendo un campo totalmente nuevo y descubriendo cosas que hasta ahora nadie sabía. Con nuestros estudios podremos llegar a decir a una persona concreta si el jamón de Jabugo le viene bien. Y lo del jamón es solo un ejemplo. Podremos hacer una dieta personalizada con los mejores alimentos para cada individuo, una dieta que le servirá para mantener a raya enfermedades para las que una persona esté predispuesta genéticamente. Esa es la dieta de precisión que buscamos.

Pero tendremos que esperar muchos años para tener ese menú ideal, para que la comida se convierta en un “tratamiento” preventivo…

Es tan complejo que yo creo que la ciencia va por detrás de lo que nos piden las personas. La alimentación es algo que todos hacemos todos los días, y la gente quiere estar sana, no engordar, vivir más tiempo. Y pide con urgencia saber cuál es la mejor dieta, algo para lo que aún no podemos tener respuesta. Además, hay otros muchos factores que tenemos que tener en cuenta. La dieta que propongamos a cada individuo tendrá que proponerse en función de los alimentos que le gustan, para los que también hemos encontrado que responden a una predisposición genética. Hay una predisposición genética para que te guste más o menos el dulce, o determinado tipo de sabores, de olores, de texturas. Pero además, desde ahora mismo cualquier dieta que propongamos ha de tener en cuenta el cambio climático.

¿El cambio climático? ¿Cómo?

La alimentación contribuye con el 25 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono en el planeta. Ahora no solamente estamos preocupados por recomendar dietas que sean saludables para las personas, también tienen que incluir alimentos sostenibles. Ya estamos trabajando incluyendo el cálculo de emisiones de CO2 de los alimentos, lo que le cuesta al medio ambiente producirlo. Estamos dando consejos no solamente de los alimentos saludables, sino además sostenibles. Buscamos que las personas miren también cómo se ha producido, si son de proximidad, si se ha utilizado agricultura sostenible, etc. Hay que pensar en la cantidad de emisiones que hay detrás de cada uno de los alimentos, los residuos que tú generas si has utilizado los plásticos, cómo haces la compra, como la conservas. Todo eso es brutal, y ese impacto sobre el planeta se tiene que medir. Y más que nada ahora, que ya no sé si estamos en situación reversible o totalmente irreversible.

¿Qué ocurre con la carne? ¿La comemos o no?

La carne siempre ha sido polémica, y más ahora. La dieta mediterránea en general es pobre en carne roja. Antes no había aviones que transportaran los alimentos. La alimentación estaba adaptada a los recursos locales. Teníamos conejos, gallinas, aves, algunas cabras, ovejas, pero vacas era complicado. La carne era cara y difícil de conservar, y se utilizaba simplemente para ocasiones especiales. Por eso, la dieta mediterránea realmente es baja en carnes rojas. Pero tampoco hay que tomar una postura radical contra la carne: hay que consumirla en la proporción justa. La necesitamos en nuestra dieta, porque si no, vamos a tener deficiencias. Tenemos que pensar en un nuevo concepto de sostenibilidad donde todo se integre, pero todo en su justa medida. Lo que no tiene sentido son las explotaciones extensivas de animales, produciendo gran cantidad de gases de efecto invernadero, esquilmando los acuíferos, etc. Debemos buscar un equilibrio en todo, integrar la producción de carne en equilibrio con la naturaleza. La carne proporciona aminoácidos esenciales y vitamina B12. No se trata de erradicarla de nuestra dieta (aunque cada persona es libre de elegir según sus gustos), se trata de encontrar un equilibrio.