La madrugada del pasado 6 de febrero, un terremoto de magnitud 7.8, seguido apenas once minutos después por una réplica de magnitud 6.7. Unas horas después, un terremoto de magnitud 7.5 -y ocurrido relativamente cerca del primer terremoto- pero aparentemente en otro sistema de fallas cercano, volvía golpear la zona.

En las primeras 24 horas, ya se habían contabilizado más de 500 réplicas de magnitud superior a la 2, diecisiete de ellas de magnitud entre cinco y seis, suficientes como para suponer un riesgo para los edificios e infraestructuras ya dañadas y para las labores de rescate. Este terremoto, ocurrido al suroeste de Turquía, muy cerca de la frontera con Siria -un país azotado por una guerra civil desde hace más de una década- ha sido muy destructivo muy probablemente a distintas causas -unas geológicas y otras humanas- y al momento de escribir estas líneas las víctimas mortales ya superaban las seis mil, cifra que podría seguir aumentando en las próximas horas y días.

Llegados a este punto, ¿Por qué ha ocurrido un terremoto de esta magnitud en Turquía? Turquía es una de las zonas con mayor actividad sísmica de nuestro planeta, ya que allí podemos encontrar varias placas tectónicas (en su entorno cercano, cuatro: Eurasia, India, Africana, Arabia. Y una pequeña, donde ha ocurrido el terremoto que es la de Anatolia) y es precisamente entre los límites de estas placas donde se concentra la mayor actividad geológica de nuestro planeta.

En esas zonas de contacto se generan grandes esfuerzos en las rocas capaces de plegarlas y fracturarlas debido a las enormes tensiones, porque no nos olvidemos que las placas tectónicas se mueven unas con respecto a las otras, a veces empujándose, a veces alejándose y otras pasando unas junto a otras.

Y es en esas fracturas que hay en nuestro planeta y que conocemos como fallas donde ocurren los terremotos. Tenemos que imaginarnos que estas fracturas dividen dos bloques de roca y que a veces deslizan uno con respecto al otro, pero cuando están bloqueadas, acumulan en las rocas una energía elástica que se libera de golpe cuando se supera cierto umbral de esfuerzos, como cuando soltamos la goma de un tirachinas para lanzar la roca, y se produce un desplazamiento en la falla.

Una gran parte de esa energía se libera como ondas sísmicas y que nosotros reconocemos en la superficie como terremoto por la vibración o la sacudida del terreno. Las ondas sísmicas también se mueven por el interior de la Tierra, llegando a través de ella a otros lugares del planeta donde aunque no se sienta el terremoto, los instrumentos si pueden detectarlo, sobre todo los de gran magnitud.

Turquía ha sido azotada históricamente por los terremotos. Es cierto que en esta zona no había un terremoto similar desde 1882, donde fallecieron más de 7000 personas, pero en la historia reciente de Turquía, en otras zonas ha habido grandes terremotos también, como el de Erzincan de 1939, donde se calcula que hubo más de 32.000 fallecidos y que fue de una magnitud similar al de este febrero, y el de Izmit, en 1999, donde fallecieron más de 17.000 personas.

¿Por qué ha sido tan devastador y mortal este terremoto? Probablemente se deba, todavía es pronto para afirmarlo con rotundidad, a muchos factores. El primero era que al ser nocturno, la mayoría de las personas se encontraban en el interior de sus viviendas, y que al colapsar, pilló dentro de casa sin tiempo de reacción.

El segundo, y al que muchos científicos e ingenieros empiezan a apuntar, es la calidad de la construcción en esta zona de Turquía y también de Siria, que en algunos casos puede ser muy deficiente, a pesar de que en este caso Turquía tiene un gran código sismorresistente para aplicar a las construcciones, aunque la falta de controles puede hacer este control poco efectivo.

Y por último tenemos que tener en cuenta los factores geológicos: La magnitud del terremoto, lugares donde pueda haber ocurrido fenómenos de amplificación sísmica por la geología del subsuelo, problemas de licuefacción donde el suelo pierde mucha consistencia…

Estas causas nos tienen que dejar claro que responder ante una amenaza sísmica tiene que abordarse desde muchas perspectivas, no solo desde la geología, sino también desde la planificación urbana, la ingeniería, la concienciación y el trabajo de las administraciones.
Ahora mismo lo más importante es rescatar a las personas que han quedado atrapadas, tratar a los heridos e intentar ayudar a todas las personas que han perdido su hogar y su familia para poco a poco empezar el camino de la reconstrucción que probablemente será largo y muy duro.

Seguro que en los próximos meses empezaremos a conocer estudios que nos ayuden a comprender mejor por qué y como ha ocurrido este terremoto, y, por supuesto, a comprender las causas de esta devastación, de la que tendremos que aprender lecciones para intentar que una tragedia de esta magnitud vuelva a suceder.

Nahum Méndez Chazarra – Un Geólogo en Apuros